EVANGELIO

 

San Juan 20, 1-9

 

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

COMENTARIO

 

DOMINGO DE LA PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

31 marzo 2024

 

La Resurrección del Señor, es un acontecimiento totalmente nuevo. Una automanifestación, revelación, de Dios. Algo no accesible por las solas fuerzas humanas. Como es una realidad inesperada, imprevista e incomprensible, necesitó y necesita de tiempo para ser asumida. Supone una mutación tan fuerte, que aporta nuevas posibilidades a la condición humana y le ofrece un horizonte y futuro ilimitado.

 

La liturgia de este domingo de Pascua ha querido recoger en la primera lectura (Hch 10, 34ª. 37-43) el testimonio del Apóstol Pedro. Me gusta decir que el modo de hablar y actuar de San Pedro es paradigmático. Aquello que Pedro dice o hace lo podría hacer o decir cualquier bautizado.

 

Cuatro son los elementos del testimonio petrino, que cualquiera puede reconocer en sí mismo:

 

a) Conocemos lo sucedido. Cada cual sabe su vida y su realidad. También cómo Dios intervino en su vida y la calidad de su fe.

 

b) Conocemos lo sucedido a Jesús. Su vida, su mensaje, su Cruz…

 

c) Conocemos la Resurrección. Sin ella todo carece de sentido. Como dice San Pablo, “si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe” (1 Cor 15, 14).

 

d) Nosotros somos testigos. Y si nos callamos, tendrán que hablar las piedras (cf Lc 19, 40).

 

La experiencia de la Pascua urge consolidar y actualizar la propia fe y sus contenidos, para que se correspondan con la etapa que se vive. Eso reclama no ignorar lo vivido y conocido, para ser testigos y amigos fuertes de Jesús aquí y ahora.

F. Tejerizo, CSsR

 

 

San Marcos 16, 1-7

 

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé. Compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la Semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: Quién nos correrá la piedra a la entrada del sepulcro. Al mirar vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron al sepulcro y vieron un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde le pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo.

 

VIGILIA DE LA PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

En la Noche Santa del 30 al 31 marzo 2024

 

La celebración del Misterio Pascual, en esta Noche Santa, cuenta con el relato del evangelista San Marcos, que ha destacado el protagonismo de las mujeres que fueron al Sepulcro. Eso, justamente, garantiza la autenticidad del Evangelio y del testimonio femenino, porque nadie hubiera acudido a mujeres para ofrecer un mensaje tan increíble. Cuando se mantuvo la referencia a su testimonio fue por la imposibilidad de ignorarlo.

 

La mujeres, habían tenido la experiencia previa de compartir la vida del Maestro. Fue una relación que llamó poderosamente la atención de los judíos y de sus mismos Discípulos, que, por ejemplo, se sorprendieron de su conversación con la mujer Samaritana junto al pozo de Siquem (cf Jn 4, 27). Jesús las introdujo en el conocimiento de su Misterio y las incorporó al grupo de sus seguidores. Formaban un grupo, que le seguía y le administraba (cf Lc 8, 1-3).

 

Todas ellas compartían cuatro características. Veamos.

 

A) Llamadas personalmente

 

Es decir, Jesús las identifica por su nombre o su realidad. Eso es algo que también hace el Evangelio. Las Discípulas no son pecadoras destacadas. Los evangelistas tuvieron el cuidado de no señalar a los pecadores. Es cierto que se alude a la conversión de Santa María Magdalena, pero eso no la marcaba como pecadora pública, según el modo en que desgraciadamente ha sido maltratada, Magdalena no es la mujer samaritana, ni la adultera a punto de ser apedreada, ni tampoco la pecadora que unge los pies en casa de Simón el fariseo. Jesús, cuando llama, identifica. Así lo hace especialmente con la Virgen. Él sabe decir el nombre: María… Y también, mujer, madre… Cuando se presente Resucitado ante Magdalena solo tendrá que nombrarla: María (cf Jn 20, 16).

 

b) Llamadas a compartir la intimidad

 

Así, por ejemplo, se siente tratado familiarmente por las hermanas de Lázaro. Una de ellas, Santa María de Betania, elije la mejor parte, al escuchar la enseñanza de Jesús. Y la Samaritana le expresa su sed y sus fracasos afectivos. La pecadora que le unge los pies, no es rechazada, sino que el Señor le permite el contacto físico, la ternura de perfumarle y reconoce que ama mucho. Durante el camino del Calvario, no las ignora y consuela sus lágrimas. Finalmente, todas ellas se disponen a ungir con perfumes su cadáver en el sepulcro.

 

c) Llamadas por su valentía

 

Son mujeres valientes, que se arriesgan a seguir a Jesús. Permanecen fieles, sin huir, en el momento de la Cruz. Acuden al alba, arriesgándose a salir solas en unas horas intempestivas e inadecuadas para mujeres solas. Ellas se abren paso en la oscuridad. Pero, además, se dirigen a un lugar de muerte. La única inquietud que sienten es no poder mover la piedra que cierra el Sepulcro, pero eso no las paraliza. Acaso pensaban sobreponerse y sacar fuerza de su debilidad. Afortunadamente, la piedra estaba retirada y se les dijo: “No os austéis”.

 

d) Enviadas

 

Después de la sorpresa del Sepulcro vacío, reciben la misión de anunciar la Resurrección a Pedro y los demás Discípulos. Así, son encargadas de ir a quienes todavía esperan. Hoy, aunque apartados, también hay muchos bautizados que aguardan. Ellas, que buscan a Jesús, son signo del anhelo de todos los seres humanos de todos los tiempos, que han sentido la necesidad de encontrarse con Dios. Y ellas son una referencia imprescindible para anunciar que el Señor se hace presente donde no gusta ir y donde no gusta estar.

 

Muy feliz Pascua. Que nuestro bautismo nos ayude a sentir que el Señor nos hace sus testigos y enviados. Que nos llama y conoce personalmente. Que nos permite compartir si intimidad y nos descubre su Misterio. Que nos quita todo temor y quiere contar con nuestra colaboración para comunicar su Buena Noticia.

F. Tejerizo, CSsR

 

 

San Juan 18,1 - 19, 42

 

Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: Tengo sed. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: Está cumplido. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Y al punto salió sangre y agua Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron”. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura dé mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

 

VIERNES SANTO DE LA PASIÓN Y MUERTE DEL SEÑOR

29 marzo 2024

 

Después de la proclamación estremecedora de la Pasión del Señor en el Viernes Santo, comparto tres reflexiones.

 

a) Actualidad

 

El intento de suprimir a Dios no es algo extraño al tiempo presente. Hoy se considera que Dios no es necesario y su existencia se interpreta como algo desfasado. Los seres humanos parece que no precisan de Dios y se niega deliberadamente la experiencia inicial que inevitablemente tienen todos los humanos del autor de la vida.

 

b) Oportunidad

 

Celebrar la muerte de Jesús hace posible la identificación como seres humanos con Él, que muere en oración. En efecto, el momento final de cada persona se orienta hacia Dios. En caso contrario, todo lo vivido carece de sentido. Algo que, igualmente, es específicamente humano. Al mismo tiempo, la Cruz del Señor lleva a reconocer el sufrimiento humano. Eso es algo también exclusivo de los hombres. Y ante esa situación, brota la súplica de la misericordia divina, que remedie los dolores. En tercer lugar, el exceso de amor de Jesús se muestra eficaz, para vencer al odio y es capaz de transformar la traición en amistad y la negación en perdón.

 

c) Acontecimiento

 

La Cruz de Jesús es un hecho histórico cuya repercusión alcanza, afecta y condiciona el presente. El intento de negarlo se manifestado inútil. Al mismo tiempo, según las Escrituras, es un acontecimiento espacial, que alcanza a toda la Creación. En efecto, en todos los lugares de la tierra es imposible ignorar la huella de Jesucristo y el anuncio de su Buena Noticia que realiza la Santa Iglesia. Por ella, se conoce al Cordero de Dios.

 

Por otro lado, el tiempo se abre a la eternidad y se llena de esperanza en su culminación donde todo quedará transformado en el Reino de Dios. Así, el agua en el Bautismo es recreada en un agua nueva que comunica el Don del Espíritu Santo y el pan y el vino también son recreados al convertirse admirablemente en el Cuerpo y la Sangre del Señor.

 

Finalmente, el acontecimiento de Cristo hace posible una confesión de fe que reconoce en Jesús de Nazaret al Hijo de Dios vivo. Así, cada celebración de la Pasión del Señor ya es inicio de una novedad ilimitada donde la muerte es derrotada y empieza una etapa nueva de la que cada bautizado forma parte.

F. Tejerizo, CSsR

 

 

San Juan 13, 1-15

 

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?» Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo». Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios». Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

 

JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR

28 marzo 2024

 

En la celebración vespertina del Jueves Santo se hace la Memoria del Señor.

 

a) No solo un hecho histórico

 

Por tanto, no se trata de un recuerdo nostálgico de la historia de Jesús. Si se tratara solo de eso, podría ser revisable por los avances y hallazgos de la investigación. En realidad, se trata de una certeza de la fe de la Santa Iglesia, que recibe, conserva y transmite las palabras eficaces del Señor.

 

b) No una representación piadosa

 

Efectivamente, la primera comunidad cristiana, que repitió los gestos y las palabras del Señor en la Última Cena, estaba segura de haber recibido un encargo precioso de Jesús cuya realidad y eficacia era indudable. Además, nadie se hubiera atrevido a repetir algo tan dramático  delante de la Santísima Virgen, sin autenticidad y efecto salvífico. La Iglesia siempre experimentó la comunión con Dios y con los hermanos, derivados del sacramento eucarístico.

 

c) Sí es una renovación y actualización

 

Por tanto, no es otra celebración, ni una simulación, ni una repetición fiel. Es la incorporación a la misma y única Cena del Señor, que es posible gracias a la eternidad prometida y anunciada por el mismo Jesús. Los efectos de la Cena son permanentes y superan los límites espacio-temporales. En consecuencia, quienes asisten son beneficiados por la misma y única entrega de Jesús, que hace participar de su vida y de su resurrección.

 

d) Es el tesoro de la Iglesia

 

Al entregar anticipadamente su cuerpo y sangre en la Eucaristía, el Señor deja la mayor prueba de su amor. Por eso, es el corazón de la Iglesia, que vive de su Señor, que la sostiene, fortalece e introduce en la eternidad. Así, la Eucaristía es fuente de toda acción eclesial y de la práctica de la caridad simbolizada en el lavado de pies encargado por el Señor en su memoria.

 

F. Tejerizo, CSsR

 

 

San Marcos 11, 1-10

 

 

Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: "El Señor lo necesita y lo devolverá pronto". Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron: ¿Por qué tenéis que desatar el borrico? Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron. Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban: Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Hosanna en el cielo!

 

DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR, B

24 marzo 2024

 

La proclamación anual de la Pasión del Señor es una ayuda para caer en la cuenta de su actualidad. No se trata solo de un recuerdo nostálgico, ni de una venerable tradición que mantener, ni de un acontecimiento cultural, ni de un aliciente turístico… La Pasión de Cristo es eficaz y su salvación alcanza hoy y ahora a cada bautizado. De eso hay que darse cuenta.

 

En el relato de la Pasión se encuentran distintos personajes que actúan desde la idea preconcebida que tienen en su cabeza y que no coincide con la realidad. Por eso, Pedro se defiende de la acusación que recibe. Y el Sumo Sacerdote acusa de blasfemo a quien se dice YO SOY, como Dios dijo a Moisés que era su nombre. Y Pilato pregunta por el Rey de los Judíos, según le habían dicho. Quizá solo la mujer pecadora que unge los pies del Maestro, y que no es Santa María Magdalena, no se mueve por una idea previa, sino por aquello que siente en su corazón.

 

En consecuencia, la celebración de la Pascua no es solo el recuerdo conocido del modo en que la Cruz se convierte en el auténtico árbol de la vida, distinto de aquel otro árbol que la serpiente usó para engañar a Adán y Eva. No es el simple anuncio de un compromiso posible en favor de la liberación de los oprimidos. Y tampoco es una oferta del más allá que compense el horizonte oscuro de la muerte.

 

El anuncio de la Pasión del Señor y la celebración del Misterio Pascual permite percatarse de su actualidad aquí y ahora para cada cual, para la Iglesia y para la humanidad.

 

Hay, por tanto, una doble experiencia que brota de la Pascua del Señor:

 

a) Sentir el amor de Dios, que da vida.

 

En efecto, se trata de reconocer el modo en que Dios mantiene vivos. Él no deja de orientar hacia la culminación. Su amor, que trata como amigos muy queridos  hasta lavar los pies y entregar su cuerpo y sangre en alimento, suscita una profundo sentimiento de gratitud por aquello que su iniciativa realiza en cada uno.

 

b) Descubrir la compañía permanente del Señor.

 

Eso es algo que se percibe en el silencio de Dios. Aquel mismo que vivió Jesús en Getsemaní y que en la Cruz le hace rezar: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” El silencio de Dios es elocuente y revela su permanente compañía. La misma que experimenta la Virgen al pie de la Cruz. En consecuencia, cuando Dios no habla, se percibe la llamada del silencio primero, aquel que ya existía antes de la Creación, antes de nuestro primer llanto, y que es presencia de Dios. Por eso, al inicio de la Cuaresma el Evangelio ya invita a entrar en el adentro del propio corazón, cerrar su puerta y hablar con quien sostiene el movimiento del corazón. Cuando Dios calla, comparte el sufrimiento de cada persona. Cuando calla, sufre el dolor de la comunidad cristiana, sin abandonarla. Y cuando calla, escucha los gritos de quienes mueren como Jesús en la Tierra Santa, en la guerra de Ucrania, y en el último atentado de Moscú. En la Cruz, Dios nunca abandona.

F. Tejerizo, CSsR

 

 

San Juan 12, 20-33

 

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, quisiéramos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo». La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí». Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

 

DOMINGO 5 CUARESMA, B

17 marzo 2024

 

La liturgia del quinto domingo de Cuaresma hace rezar con el Salmo 50: “Oh Dios, crea en mí un corazón puro”. Se trata de una petición que brota del propio interior y después de haber realizado el esfuerzo cuaresmal. Ni ayunos, ni sacrificios, ni el deseo de conversión… Nada de eso hizo posible un corazón puro, nuevo, de carne… Solo la gracia de Dios puede realizarlo. Ninguna autosuficiencia personal realiza aquello que solo es obra de Dios, de su misericordia y de la fuerza de su Espíritu Santo. Así, se comprende mejor la imagen del grano de trigo.

 

a) El grano de trigo

 

En efecto, el grano de trigo es primero. Viene dado, igual que el don de la vida, del amor e, incluso, de las palabras. Por tanto, nadie decide vivir, sino que se le regala. Nadie es capaz de amar, hasta que se siente amado. Nadie puede hablar, sin escuchar previamente las palabras. Nadie conoce a Jesucristo, si no le es anunciado el Evangelio.

 

b) Conocer a Jesús

 

Los paganos griegos que desean ver a Jesús y acuden a los apóstoles Felipe y Andrés, son una triple referencia elocuente. Primero, del deseo de conocer al Señor y la necesidad de buscar el rostro de Dios, que es un anhelo específicamente humano. Todos los seres humanos, de todos los tiempos, se han sentido inclinados a esa búsqueda. Negarla, es reducir la condición humana. Eso es algo imposible para el grano de trigo, que solo puede ser lo que contiene en su adentro y solo se realiza al permitir aquello que está en sí mismo. En segundo lugar, acudir a los apóstoles para conocer a Jesús es algo que provoca a quienes son cristianos y no pueden eludir su misión de dar a conocer al Señor. Y, por último, la situación descrita en este pasaje se corresponde con la actualidad donde va en aumento el número de quienes nunca oyeron el Evangelio.

 

c) La hora

 

La dinámica cristiana, según el modelo de Jesucristo, es el proceso de todo discípulo. Ninguno es más que el Maestro. Por tanto, conforme se atraviesan etapas en la vida se comprende el significado de la hora de Jesús. Todas las horas se imponen, llegan irremediablemente y determinan un antes y un después. Cruzar las horas, a veces tan duras como la de Getsemaní, se hace hasta con sudor y lágrimas de sangre. Son momentos de tinieblas y, al mismo tiempo, oportunidades de salvación. El Señor ha enseñado a vivirlas y a rezar en ellas: “Padre, si es posible, que pase este cáliz, pero si no, que se haga tu voluntad”.

 

Al final de la cuaresma de 2024, cada cual tiene un ahora, un tiempo de salvación. Que el Señor ayude a vivirlo como el Apóstol Juan, que reclinó su cabeza sobre el corazón de Jesús en la Última Cena del Jueves Santo. Con aquella confianza, que le hizo aguantar firme al pie de la Cruz, sin huir, ni negar. Y con el ardor del amor que le hizo correr hasta el sepulcro para encontrar al amigo, adentrarse en su misterio y creer mucho más en Él.

 

F. Tejerizo, CSsR

 

 

San Juan 3, 14-21

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

 

DOMINGO 4 CUARESMA, B

10 marzo 2024

 

El cuarto domingo de la Cuaresma anuncia el próximo gozo de la Pascua del Señor. Con este pasaje del evangelio de San Juan, que recoge el contenido de la catequesis del mismo Jesús a Nicodemo, se presentan tres símbolos pascuales bien elocuentes y que, acaso, vencieron las resistencias del anciano Nicodemo, para aceptar la propuesta del Señor a nacer de nuevo. Se trata, pues, del mensaje y anuncio pascual completo.

 

a) La serpiente elevada por Moisés

 

Fue un estandarte que hizo posible la curación de los israelitas mordidos por las serpientes en el desierto, después de la salida de Egipto. Quienes lo miraban quedaban sanados. Es algo que no resulta extraño porque hoy se sabe que el veneno de la serpiente contiene el remedio para hacer el antídoto. Igualmente, el engaño de la serpiente en el Paraíso, que ocasionó el primer pecado, ya hizo posible el anuncio pascual que canta la Iglesia en la noche santa de la Pascua: “Feliz la culpa que mereció tal Redentor.” Esa, también es la experiencia de todo cristiano que ha experimentado en su vida el perdón del Señor. Así, por ejemplo, la expresó San Agustín: Quiero recordar mis pasadas fealdades y las carnales inmundicias de mi alma, no porque las ame, sino por amarte a ti, Dios mío.

 

b) El Hijo del Hombre elevado en alto

 

La Santa Cruz, patíbulo tremendo, se cambió en signo de salvación. El Señor Jesús crucificado es la manifestación más elocuente del amor infinito de Dios, porque “no hay amor más grande que el de quien da la vida por los amigos.”

 

Al mismo tiempo, desde la Cruz, el Señor pronuncia la sentencia definitiva: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Así, de la Cruz brota “la misericordia y la redención copiosa”. Un perdón, que se inicia en la propia persona, que ya no se dice: “no puedo, no valgo, no sirvo, soy capaz…” Un perdón, que alcanza las relaciones interpersonales y que elude decir a quien está al lado: “tú eres el culpable, tú no vales...” Un perdón, que hace de la Iglesia un espacio de acogida y bondad donde se evita decir: “Eres un hereje” y se supera la tentación de la nostalgia, el integrismo, el fundamentalismo. Por último, un perdón que impide evaluar la vida social, política o económica con expresiones sin salida como “Esto no tiene arreglo, no tiene solución…”

 

En tercer lugar, del sacrificio de Cristo en la Cruz, de su sangre derramada y de su cuerpo roto, brota el Sacramento de la Eucaristía donde se recibe el don y la promesa de la Vida Eterna.

 

c) La luz vino al mundo

 

Es el símbolo pascual y bautismal por excelencia. Se trata de una luz tenue, suave, discreta y respetuosa con la libertad. Es todo lo contario a los efectos que genera la electricidad, que tantas veces aturde, se impone con destellos deslumbrantes y posibilita las sombras del cine, la televisión o las pantallas del ordenador y del teléfono móvil.

 

La luz de Jesús permite adentrarse en las tinieblas del propio corazón y superar el miedo que provoca acceder a ese lugar íntimo. El Señor es la luz que hace superar unas relaciones inauténticas y fruto de la necesidad de aceptación. Él disipa las sombras de las apariencias, las máscaras, los personajes variados o los perfiles. Jesucristo también es la luz que clarifica las sospechas sobre la Iglesia y la incertidumbre, dudas y dificultades de la fe. Precisamente por eso resulta muy elocuente rezar con el Salmo 136: “Si me olvido de ti, que se me pegue la lengua al paladar”. En efecto, el salmista, desterrado en Babilonia, se resiste a cantar los himnos del Templo de Jerusalén, para distraer a sus opresores. He ahí un reclamo muy actual: evitar reducir la fe a un espectáculo, esparcimiento o pasatiempo.

 

F. Tejerizo, CSsR

 

 

San Juan 2, 13-25

 

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?» Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.

 

DOMINGO 3 CUARESMA, B

3 marzo 2024

 

La tercera catequesis cuaresmal, que dispone para renovar la fe bautismal en la Noche Santa de la Pascua, hace que brote una acción de gracias después de acoger este pasaje del Santo Evangelio donde se afirma que Jesús sabe lo que hay dentro de cada hombre. En efecto, la mirada del Señor, que se inclina sobre cada uno, lleva a poner toda la confianza en Él y en su sabiduría, que supera cualquier sabiduría humana (cf 1 Cor 1, 22-25). Precisamente esa sapiencia divina es la que dispone y reclama en la Cuaresma a revisar, rectificar y renovar la vida cristiana.

 

a) No convirtáis en un mercado

 

Sorprende el modo de actuar de Jesús. Él no se corresponde con la imaginación. Cualquier imagen del Señor es insuficiente y se hace falta adaptarla a la realidad personal de cada discípulo, porque no es igual seguirle con quince, con treinta o sesenta años. Desde antiguo está prohibido imaginar, hacerse imágenes de Dios, que, antes o después, resultan insuficientes (cf Ex 20, 1-17).

 

También puede ser especialmente llamativo que Jesús aparezca indignado, pero acaso no se trata de eso. Jesús se muestra como el Mesías, que realiza un signo profético. La existencia de animales para los sacrificios y el cambio de la moneda romana por la propia del Templo era algo necesario y que Jesús conocía sobradamente. Las palabras del Señor referidas al Templo convertido en un mercado marcan una nueva realidad: será el mismo cuerpo de Jesús el que sea objeto de comercio y se venda por treinta monedas. Este domingo cuaresmal, también urge a cuestionarse sobre aquello que hace que se abandone a Jesús.

 

b) Pero Él hablaba del Templo de su cuerpo

 

El Templo de Jerusalén, donde está el Arca de la Alianza, es la presencia de Dios entre su pueblo. Cuando Jesús llega al Templo, como ya había hecho con sus padres o en otras ocasiones, ya hay una presencia nueva de Dios y, por tanto, también hay un nuevo Templo y sacrificio: el mismo cuerpo de Jesús. Pero esa nueva realidad también es provisional, será destruida y reconstruida en solo tres días. Esa nueva edificación es anticipada, interpretada y entregada en la Última Cena, que se celebrará el Jueves Santo. En ella, Jesús constituye con el grupo de sus Discípulos su Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios, y le anticipa y entrega el nuevo sacrificio de su cuerpo crucificado y su sangre derramada. Comulgar el Pan de la Eucaristía realiza la comunión  con cuerpo de Jesucristo: su nueva presencia, porque donde dos o más se reúnen en su nombre, anuncian su Evangelio y celebran la Eucaristía, está el Señor. En consecuencia, la conversión cuaresmal también reclama en cada bautizado la revisión del modo en que se integra en la Comunidad Cristiana y la edifica. Además, no es igual estar en ella con quince, treinta o sesenta años.

 

c) Muchos creyeron en su nombre

 

La presencia de la Iglesia en el mundo hace visible a su Señor. Sin la comunidad cristiana, Jesús habría desaparecido de la realidad humana. El testimonio cristiano más elocuente brota de la práctica del nuevo mandamiento del amor. Los Diez Mandamientos dados por Moisés son insuficientes (cf Ex 20, 1-17). Resultan una referencia adecuada cuando se carece de sentido y se confunde la mano derecha con la izquierda, pero progresivamente se complican, reclaman nuevas normas e interpretaciones que los desarrollen. Mantenerse solo en ellos da origen a un fanatismo peligroso. Igualmente, ignorarlos o sustituirlos por una especie de buenismo lastimero, genera un permisivismo también peligroso. Así, por ejemplo, cuando se prescinde del "no matarás", se puede suprimir la vida de una persona anciana, discapacitada o con una enfermedad terminal. El mandamiento nuevo del amor también evoluciona con la edad y progresivamente se avanza en la capacidad de perdonar, servir y entregar generosamente la vida precisamente para dar vida. La caridad cristiana, el abrir las puertas de la Iglesia y el convertirla, como reclama el Papa Francisco en una especie de Hospital de Campaña, es un anuncio eficaz, imprescindible y actual del Evangelio.

F. Tejerizo, CSsR

 

 

San Marcos 9, 2-10

 

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

 

DOMINGO 2 CUARESMA, B

25 febrero 2024

 

La segunda catequesis prebautismal, que corresponde al segundo domingo de cuaresma, tiene como contenido el relato de la Trasfiguración del Señor.

 

El acontecimiento de la Transfiguración, más que un hecho histórico, describe una experiencia de los Apóstoles. Es un relato que, igual que todo el Evangelio, nunca se hubiera podido escribir sin la Resurrección del Señor. En consecuencia, con la luz de Jesús Resucitado, se comprende el momento de Getsemaní. En aquel huerto, los tres apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, vieron el rostro ensangrentado de Jesús y, luego de la Resurrección, aquel rostro lo descubren resplandeciente y  lleno de gloria. Después de la Pascua, todo lo vivido con Jesús y su Pasión y Muerte, adquiere un renovado sentido.

 

a) Que contemplemos gozosos la gloria de tu rostro

 

Con esas palabras reza la oración Colecta del presente domingo. Se trata de una petición que se corresponde con el anhelo, exclusivamente humano, de la búsqueda de Dios que recorre toda la historia de la humanidad. Para el Evangelio, por Jesús, “Imagen visible de Dios invisible” (Col 1, 15ª), ocurre el encuentro con Dios y se ven satisfechas las expectativas específicamente humanas. San Marcos, además, quiso revelar y manifestar la gloria de Jesús: el Crucificado y Resucitado es el Hijo Amado al que hay que escuchar. Sin el deseo de Dios, el ser humano ve degradado en su propia realidad humana. Con razón, pudo describir admirablemente San Juan de la Cruz su experiencia de la siguiente manera:

 

“¡Descubre tu presencia,

y máteme tu vista y hermosura;

mira que la dolencia

de amor, que no se cura

sino con la presencia y la figura!” (CB, 11)

 

b) Transitar por la realidad

 

La Transfiguración de Jesús ocurre en el Monte: el de la Transfiguración, el de Getsemaní, el de las Tentaciones, el del Calvario… El Monte es el lugar de Dios, como el Sinaí. Y la subida a cualquier monte supone un esfuerzo considerable. Toda la vida y toda la historia humana pueden expresarse con la imagen de la ascensión a una montaña. Eso ocurre también con el paso de los años. Conforme se suceden, se tiene la experiencia de transitar por montañas escarpadas, por valles sosegados o por sendas tortuosas: una enfermedad, un problema de convivencia, un fracaso de cualquier tipo, un pecado, la propia vocación, las oposiciones que no terminan, una dificultad económica… Abraham, referencia también en este domingo (cf Gn 22,1-18), es el hombre transfigurado por su fe, que se pone a transitar por los caminos que Dios le indica hasta realizar la subida al monte Moriah, para el sacrificio de su hijo. Es una estampa preciosa: el sacrificio del hijo de Abraham, es modelo del sacrificio de Jesucristo, el Hijo de Dios. Así, cada uno, apoyado en su fe y con la confianza puesta en Dios que nunca abandona, afronta los retos de subir a los montes que se le presentan. Y mientras se realiza ese esfuerzo, no hay nada, solo la aridez de una ascensión, que hace madurar, vencer el egoísmo y que gesta personas nuevas: transfiguradas, según el modelo de Jesucristo. Esta experiencia también la describe San Juan de la Cruz en la Subida al Monte Carmelo cuando indica: “Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada, nada, nada, nada…”  (cf 1 S, 13, 11).

 

c) Traspasar la realidad

 

Desde la cumbre del Monte la vista se dirige al más allá y a lo más alto. Entonces los horizontes se amplían y se hacen casi ilimitados. Eso también es una cualidad exclusiva del ser humano. Así, se descubre la obra de Dios y aquello que hace en cada uno. Él, transfigura personalmente según su proyecto y por el Bautismo inicia un proceso que incorpora progresivamente a Jesucristo, que es la cabeza de su cuerpo místico formado por todos los bautizados que son gradualmente transfigurados. Él es el Resucitado revestido de blanco como el Pan de la Eucaristía. Quienes le comulgan son asumidos y perdonados, hechos hijos de Dios en su Único Hijo. Acaso por eso escribió Santa Teresa en el libro de su vida : “Con regalos grandes, castigábais mis delitos” (V 7, 19). En efecto, Dios nunca fracasa, y Él, que inició su obra, la llevará extraordinariamente a su final en cada persona, en su Iglesia y en la historia de la humanidad. Toda la realidad tiene en su interior, impulsado por la fuerza del Espíritu Santo, el germen de su trasfiguración.

F. Tejerizo, CSsR

 

 

San Marcos 1, 12-15

 

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio».

 

DOMINGO 1 CUARESMA, B

18 febrero 2024

 

En el primer domingo de Cuaresma, se proclama anualmente el relato de las tentaciones de Jesús. Este año, se hace en la versión de San Marcos, que es un evangelista que probablemente no conoció directamente al Señor, sino que recibió el anuncio de la Buena Noticia acaso de San Pedro.

 

Para Marcos, no es importante la historia o la biografía Jesucristo. Su interés es anunciar al Resucitado y transmitir la fe en Él. Por eso, en este texto lo presenta en su realidad humana: Jesús es el Resucitado al que sirven los ángeles, pero también es el Dios que asumió la condición humana con todas las consecuencias. Entre ellas, la de estar rodeado de fieras y alimañas, como cualquiera de nosotros. Y también la de vivir la experiencia del desierto y tener, como todo israelita, la referencia del Sinaí, lugar de la desorientación, la infidelidad y la Alianza

 

El Santo Espíritu recibido en el Bautismo y cuya eficacia salva (cf 1P 3, 11-22), es quien empuja y sostiene en el desierto. Allí se experimenta la desorientación, la tentación y la oferta de la Alianza. Es lugar de soledad, que sirve para describir numerosas situaciones de vida. Hay desiertos personales como enfermedades, paro, rupturas familiares, fracasos… Se trata de experiencias sin salida, prolongadas y que se pueden expresar como “me cansa la vida”, “dejadme solo”, “aquí no hay quien viva”… Igualmente, hay desiertos en la Iglesia y en las diversas comunidades cristianas. Acuciante es, por ejemplo, en Europa encontrar tantos bancos vacíos en los templos y parroquias sin sacerdote o comunidades rotas. Finalmente, en nuestro mundo dolorido, encontramos el desierto actual y sangrante de la guerra.

 

Esas situaciones extremas se pueden vivir como Jesús en la intimidad. Entonces ocurre la conversión, que consiste en revisar, rectificar y reparar la propia vida. La consecuencia, es la toma de decisiones que posibilitan cambios en uno mismo y en el modo de estar en la Iglesia y en la sociedad.

 

Jesús, bajo la acción del Espíritu Santo, en el vacío que siente después del arresto del Bautista, y en la intimidad del yermo, se decide a proclamar el Evangelio, realizar una llamada a la conversión y anunciar la proximidad del Reino de Dios.

 

El anuncio del Señor, reiterado por la Iglesia cada Miércoles de Ceniza, conlleva la llamada a la conversión, que no consiste solamente en reconocer y abandonar el pecado, sino en creer el Evangelio. Se trata de una propuesta que va precedida de una advertencia: “se ha cumplido el tiempo”.

 

En efecto, cada desierto y cada experiencia, acaba y no es eterna. Conforme pasan los años se cumplen etapas, fases, periodos y tiempos no iguales. Ahora también. Por eso, es necesario reiterar el anuncio del Evangelio y creer en él. En consecuencia, se hace imprescindible un anuncio nuevo y capaz de iluminar la realidad. Para realizarlo, hay que reconocer que no ha perdido su fuerza y que mantiene su eficacia. Al mismo tiempo, hay que proclamarlo desde el interior de la Comunidad Cristiana, donde tuvo su origen y exponerlo según el sentir de la Iglesia. De esa forma, se evitan propuestas parciales, manipuladas y el peligro del fundamentalismo.

 

Por otra parte, la fe también ha de superar etapas y actualizarse de modo que pueda acompañar la vida. Efectivamente, la fe de la Primera Comunión es insuficiente con veinte, cuarenta o sesenta años. Y también lo es cuando se viven desiertos nuevos de enfermedad, fracasos o incertidumbres.

 

Esta Cuaresma la vivimos a impulsos de Espíritu Santo, que no deja solos, introduce en el desierto y en la interioridad, para renovar nuestra Alianza con Dios. Aquello en lo que nos comprometimos como sacerdotes, esposos, educadores, profesionales… Y para revisar y actualizar la fe. También, para proseguir la misión del anuncio del Evangelio y la llegada del Reino de Dios.

 

F: Tejerizo, CSsR

 

 

San Mateo 6, 1-6.16-18

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.

 

MIÉRCOLES DE CENIZA

14 febrero 2024

 

Iniciamos el recorrido cuaresmal con el símbolo de la ceniza. Para la comunidad cristiana es un signo elocuente y muy apreciado. Quizá, porque resulta fácil de identificarlo con la experiencia personal de debilidad, vulnerabilidad y muerte.

 

Al comienzo de una nueva Cuaresma brota un sentimiento de gratitud porque se comprueba que Dios no se cansa de nosotros y no se cansa de amarnos. Para él somos valiosos, porque somos obra de sus manos y fuimos hechos a su imagen y semejanza. Con una nueva Cuaresma  concede una nueva oportunidad, para cuidar aquello que puso en cada uno al hacerlo el mejor que pudo hacer y sin improvisar. Se ha tomado muy en serio la vida que concedió, sostiene, acompaña e impulsa.

 

Otra Cuaresma también es una oportunidad renovada de crecimiento y maduración: de construcción personal. Es una llamada a mirarse al espejo del corazón, para evaluar la imagen personal que nos refleja. En ella se pueden detectar las novedades y deterioros que aparecen en la propia vida. El peligro está en darse la vuelta e intentar ignorar aquello que se percibe. Afrontarlo, lleva a realizar el esfuerzo por eliminar todo lo que desfigura la imagen divina impresa en nuestra persona.

 

En tercer lugar, la Cuaresma sostiene la esperanza de la culminación de los planes de Dios para cada cual. El Señor no fracasa nunca y su proyecto está destinado a la plenitud. Con estos días cuaresmales urge a colaborar con Él, para que sea posible nuestra salvación.

 

Damos gracias al Señor, porque no se cansa de nosotros. Eso lo hacemos con la oración cuaresmal. Impulsamos nuestro proceso de crecimiento con el ayuno, que depura las posibles desfiguraciones de nuestra vida y persona. Y compartimos nuestros recursos con la práctica de la limosna, que colabora eficazmente en la realización de los planes de Dios.

 

F. Tejerizo, CSsR

 

Versión para imprimir | Mapa del sitio
© Familia Barrecheguren