Oraciones de la Beata Conchita
¡Oh María!
Tú lo puedes todo.
Basta que digas una palabra,
para que se te conceda.
Con un suspiro de tu corazón,
con una palabra de tus labios,
tienes todas las riquezas de Dios.
Yo me alegro de tenerte por Madre
y me acerco a ti,
confiando en tu misericordia
y en que me escuchas.
¡Oh Madre!
Tú ves que mis necesidades
son mayores que las de
las Bodas de Caná.
Dígnate decirle a Jesús
que convierta mi corazón
en un horno encendido de su amor.
Pídele que transforme
mi debilidad en fortaleza
y que me cambie
de pecadora en santa.
¡Oh Madre mía!,
no me niegues esta gracia
y pide a Jesús por mí,
porque él nada te puede negar.
(Enseñanzas del Evangelio III)
¡Oh Jesús!
¿Cómo pondré mala cara a los sufrimientos?
¿Cómo podré quejarme ya
conociendo la delicadeza de tu amor?
No, Jesús mío,
no quiero quejarme de ti;
y no quiero hacerte sufrir
con mi poca conformidad con tu voluntad;
ahora no quiero otra cosa más
que padecer y sufrir por tu amor.
¡Oh Señor mío,
enséñame a conocer el beneficio
que traen las tribulaciones!
Dispuesta estoy, Jesús mío,
a padecer todas las penas del mundo
con tal de que ello te agrade.
(Meditaciones, 4)
¡Oh Dios infinito e inmenso,
que por tu infinita misericordia
has querido fijar tu morada
en la pobre casa de mi alma,
no permitas que tenga la desgracia
de arrojarte nunca de ella!
Haz que viva siempre
en tu continua presencia,
a fin de que todas mis obras,
palabras y pensamientos se dirijan a ti
y no tenga otro deseo
que el de agradarte
y darte gusto.
(Meditaciones, 7)
Oh Jesús,
mi Dios y Señor:
Hago el firme propósito
de servirte sólo a ti,
de amarte sólo ti
y de hacer siempre tu voluntad.
Estoy dispuesta a todo
y sólo deseo agradarte.
Dame la gracia
de conocer el camino
que quieres que siga
y el modo de entregarme
a tu servicio.
Oh Jesús mío,
que por tu misericordia infinita
quieres escuchar mis ruegos,
acoge con bondad
lo que te pido hoy.
Dame un gran amor por ti
y concédeme una humildad verdadera.
Alcánzame, Señor,
la gracia de seguirte
llevando la cruz de cada día
y de vivir siempre
en conformidad
con la voluntad de Dios.
(Acto de Ofrecimiento de 1926 y Máximas del Evangelio VI)
¡Dios mío!,
estoy enferma,
nadie puede curarme;
y los remedios que me dan
resultan inútiles.
Ya ves,
que no encuentro
alivio alguno en la tierra.
¡Dios mío!,
ahora más que nunca
sé que estás a mi lado,
siguiendo los pasos
de mi enfermedad,
con la solicitud más tierna y cariñosa,
y deteniendo
cuanto pudiera perjudicarme.
Así como una madre
tiene más amor y compasión por su
hijo enfermo,
tú tenéis predilección
por tus hijos enfermos y atribulados.
No, no estoy abandonada;
tengo un Padre amante
que no aparta sus ojos de mí,
ni por un momento.
¡Dios mío!,
aunque parezcan ineficaces
mis oraciones
creo y confío en tu amor infinito
y sé que me tienes
más cerca de tu Corazón.
(Diario espiritual, 5 Abril)
¡Oh Jesús mío!
Te pido que me conduzcas
por el camino del cielo.
Haz que las dificultades
no me espanten
y no dejes que me vuelva atrás.
Haz que te vea al final del camino,
para que tenga fuerzas
y pueda seguir subiendo
hasta llegar a ti.
Te pido ser una
de quienes entran por tu puerta,
para gozar siempre de tu amor.
(Máximas sacadas del Evangelio I)
¡Oh Jesús mío!
¿Cómo dejaré de seguirte con mi cruz
viéndote con la tuya a hombros
y llevándola por mi amor?
Pues quisiste llevar la cruz
por mis pecados,
justo es que la lleve
también yo por los míos.
Sólo te pido que,
si caigo bajo su peso,
me des la mano,
para que pueda
seguir caminando
(Máximas sacadas del Evangelio III)
Señor Jesús,
que por tu misericordia infinita
quieres escuchar mis ruegos;
acoge con bondad
lo que te pido hoy
Dame un gran amor por Ti;
haz que te ame sin medida
y que te ame sobre las cosas.
Concédeme una humildad profunda,
que me haga conocer
mi miseria y mi nada,
y una obediencia perfecta a tu voluntad.
Concédeme la gracia
de conformarme con tu voluntad
y de seguirte
llevando la cruz que me envíes.
(Máximas sacadas del Evangelio VI)
¡Santísima Virgen!
tú no vacilaste en salir
al encuentro de tu Hijo,
para acompañarlo a la muerte,
a pesar de los dolores
que ibas a padecer.
Alcánzame la gracia
de no rehusar mi cruz,
ni me desaliente ante su vista.
Haz que tenga la dicha
de seguir a Jesús,
ser crucificada con él
y lograr las delicias
que él tiene prometidas
a quienes aman su Cruz.
(Via Crucis, Cuarta Estación)